“Todos cuantos dudan de la Palabra de Dios, quedan excluidos de reconocer y razonar la ciencia verdadera”. Esta es una de las perlas que uno puede leer en el encabezado de La Baza de Dios, el blog del señor Antonio Ruiz Palacín, cristiano radical que llama “engañabobos” a Darwin y propone un sistema Geocéntrico en sustitución del “falso Heliocentrismo”. Opiniones como esta, por disparatadas que parezcan, son en realidad el pan nuestro de cada día para miles de cristianos de todo el mundo. A estos cristianos se les conoce como creacionistas.
Los creacionistas son un colectivo de cristianos inmunes al ridículo que defienden que la Tierra tiene alrededor de cinco mil años, o que está fija, con el Sol y el resto de astros del Universo girando en torno a ella. A estos geocentristas del siglo XXI se les pueden sumar los creacionistas de la Tierra Plana, fósiles vivientes que aun niegan la esfericidad de la Tierra. Por supuesto no todos los creacionistas son geocentristas, ni mucho menos Terraplanistas. Lo que sí es común a todos ellos es la creencia de que la vida (incluida la humana) no evolucionó con el tiempo a partir de un antepasado común, sino que apareció de repente sobre la faz de la Tierra por voluntad divina (Dios). Dicho esto, podríamos concluir que un creacionista es, simple y llanamente, una persona que interpreta literalmente la Biblia y extrae de ella “verdades” sobre nuestro origen y la historia de la Tierra como si de un libro científico se tratase. Alguien que piensa con la Biblia en lugar de con la cabeza.
¿Pero como es posible negar hechos científicos sobradamente probados como la avanzada edad de la Tierra, su esfericidad, el sistema solar o la evolución biológica, en plena era del conocimiento? La razón es realmente simple: todas estas teorías se oponen frontalmente a la visión bíblica acerca del origen de la vida, la Tierra y el Universo. Si los creacionistas defienden que la Tierra apenas tiene unos pocos miles de años es porque sumando las genealogías y las edades de los patriarcas bíblicos, esa cifra es coherente e inequívoca. Si los creacionistas se oponen a la evolución biológica es porque el Génesis cuenta que tanto los hombres como los animales fueron creados por Dios en un solo paso. No hay otra razón. No hay argumentos serios a favor de las absurdas ideas creacionistas. Toda lo que hay es una determinada creencia, accesible, barata, que reconforta, que es un consuelo y que ofrece cánones de moralidad claros e inmutables. Cuando el señor Palacín (o cualquier otro creacionista) se opone a la evolución o al heliocentrismo lo que está haciendo en realidad es defender ideas y valores a los cuales no está dispuesto a renunciar.
En general a los seres humanos nos cuesta muchísimo aceptar que estamos equivocados, aunque en contra de nuestras creencias surjan argumentos de peso. Inconscientemente, olvidamos los argumentos contrarios a nuestras creencias, o bien los despreciamos o los negamos. Por el contrario, vemos por todos sitios “pruebas” que confirman nuestras creencias en simples anécdotas o casualidades. Cada vez que el señor Palacín dice que la Biblia, en sus indicaciones sobre principios científicos o fenómenos naturales, ha resultado ser exacta, lo que en realidad quiere decir –pero no lo dice–, es, simple y llanamente, que ha encontrado la manera de interpretar el texto bíblico de manera que, a su juicio, ya no parezca entrar en contradicción con alguno de los descubrimientos de la ciencia. Por ejemplo, Palacín afirma que la teoría de la tectónica de placas ya venía reflejada en la Biblia, pues “en la genealogía descendente de Noé, a uno de los hijos de Heber le pusieron por nombre Peleg, que significa división o partición de la Tierra”. Veamos: lo que es cierto es que, efectivamente, Peleg significa “división”. Pero de ahí a concluir que el autor bíblico se estaba refiriendo a la división de los continentes equivale a saltar al vacío sin red ni paracaídas.
El problema de oponerse a teorías bien establecidas por la ciencia es que hay que justificarse a sí mismo y a los demás por qué la comunidad científica sostiene teorías contrarias a las Sagradas Escrituras. Y aquí es donde los creacionistas, reyes del absurdo, se convierten además en los auténticos campeones de la conspiranoia.
Esto queda reflejado cada vez que afirman que los científicos mienten deliberadamente al mundo. Sin embargo, ¿cómo es posible que todos los científicos estén tan ciegos como para no ver las verdades absolutas que se desprenden de la Biblia? ¿Por qué nos mienten? ¡No es posible que geólogos, biólogos, paleontólogos, físicos o astrofísicos mientan deliberadamente sin una buena razón!
Después de siglos de sesuda deliberación los creacionistas han hallado dos buenas razones que justifican tanta conspiranoia. A saber:
- Los científicos mienten porque son ateos.
- Los científicos mienten porque están poseídos por el Demonio.
Para evitar caer en el cachondeo y proseguir con el texto nos centraremos solo en el punto uno: el supuesto ateismo de los científicos.
Los creacionistas insisten en esto una y otra vez. Sin embargo este argumento presenta un problema de base. Y es que ser ateo no es algo malo. Un ateo (sobre todo si es científico) es simplemente una persona de intelecto inquieto que, por medio de la reflexión, ha concluido que hay razones lógicas que pueden explicar los fenómenos naturales sin tener que recurrir a entes mágicos, y piensa que es absurdo llenar de dioses los vacíos en el conocimiento. Por tanto no existe relación alguna –aun suponiendo que todos los científicos del mundo fueran ateos, lo cual no es cierto–, entre el hecho de ser ateo, y el hecho de que la Tierra gire alrededor del Sol o que la vida sobre la tierra evolucione a partir de un antepasado común. Dicho de otro modo, ¿por qué motivo iba un científico, ateo o no, a insistir en que la Tierra gira alrededor del Sol si en realidad fuera al revés? Decir que el ateísmo lleva a los científicos a negar que la Tierra sea el centro del Universo y el hombre el centro de la Creación Divina equivale a decir que no me gusta el futbol porque soy rubio.
Las siguientes premisas forman parte del amplio repertorio creacionista.
- Toda teoría científica que entre en conflicto con la Biblia es falsa, por contrastada y probada que esté. La Biblia es un libro sagrado y por tanto es infalible. Si la Biblia dice que Noé vivió 900 años es porque Noé vivió 900 años.
- Los científicos son personas malvadas que pretenden confundir y engañar a la comunidad cristiana. De cuando en cuando se reúnen e inventan teorías disparatadas que contradicen los hechos infalibles narrados en la Biblia.
- Cualquier anécdota es válida si parece confirmar los textos bíblicos. Por el contrario todo hecho contrastado se toma por falso si contradice dichos textos. Las pruebas a favor o en contra carecen de importancia.
- Los vacíos en el conocimiento demuestran la existencia de Dios. Como no se sabe como surgió el Universo, Dios creó el Universo.
- Las cosas buenas se atribuyen siempre a Dios. Las malas al hombre. Los desastres naturales representan castigos Divinos contra los pueblos que se han alejado del camino de la Fe. (Pero Dios ama a los hombres).
- Los científicos que escriben refutando teorías oficiales como la evolución o el heliocentrismo dicen la verdad (¡Lo dice la ciencia!). Si muchos científicos escriben confirmando teorías oficiales como la evolución o el heliocentrismo mienten.
- Las conversiones al cristianismo serán prueba irrefutable de la existencia de Dios. Las apostasías serán prueba irrefutable de la existencia del Demonio.
Por estúpido que pueda parecer todo esto, lo cierto es que no todos los creacionistas son tontos o carecen de formación. Muchos cristianos inteligentes creen muchas de estas cosas, como por ejemplo el señor Palacín, que, aunque es verdad que no posee formación académica alguna, maneja fórmulas y ecuaciones con fluidez cada vez que defiende sus estúpidas ideas geocentristas. Lo que ocurre es que ni el señor Palacín ni otros creacionistas formados académicamente creen lo que creen por razones intelectuales. Tanto los creacionistas inteligentes como el resto de creacionistas tienen necesidades emocionales, por mucha matemática, física o geometría que sepan. La diferencia entre los creacionistas más burros y los creacionistas como Palacín es que estos últimos defienden mejor su postura.