lunes, 21 de junio de 2010



"No creo en Dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona."

[José Saramago (1922-2010) escritor portugués, Premio Nobel de Literatura]
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EL GRAN SECRETO DE JESÚS

lunes, 14 de junio de 2010

Jesús no era tan pacífico como se suele creer, y sus enseñanzas no supusieron una ruptura fundamental con la tradición del mesianismo militar judío. O al menos eso pensaba el antropólogo Marvin Harris (1927-2001), según lo expuso en su obra Vacas, cerdos, guerras y brujas (1975). Para Harris, aunque parece que los Evangelios pretendían mostrar a un mesías pacífico incapaz de realizar actos violentos, una lectura atenta de los mismos permite vincular a Jesús con la tradición militar-mesiánica y lo implica en la guerra de guerrillas. “Los escritores de los evangelios –escribió– cambiaron el equilibrio de la conciencia de estilo de vida del culto a Jesús en la dirección de un mesías pacífico, pero no podían borrar del todo la tradición militar-mesiánica”. El antropólogo apunta que cuando Jesús cruzó las puertas de Jerusalén montado en un asno, invocando deliberadamente el simbolismo del libro de Zacarías, no fue con la intención de “hablar de la paz a los paganos”, sino para cumplir con los vaticinios tremendamente militar-mesiánicos de Zacarías, dado que los hijos de Sión “devoran y someten”… y “serán en el combate como valientes que pisotean a sus enemigos en el lodo de las calles… porque el señor está con ellos y serán confundidos quienes cabalgan caballos”. Los paganos tendrían la paz, sí. Pero sería la paz del largamente esperado Sacro Imperio Judío.

Harris recuerda que en una ocasión Jesús y sus discípulos entraron violentamente en el patio del gran templo y atacaron físicamente a los mercaderes, y que el propio Jesús utilizó un látigo durante este incidente.

Para el antropólogo, ni sus discípulos ni “la muchedumbre que rodeaba a Jesús habían tenido tiempo de adoptar un estilo de vida no violento”. De entre sus discípulos, sabemos que “al menos dos de ellos tenían apodos que sugieren su vinculación con activistas combatientes. Uno era Simón, llamado “El Zelote” (los zelotes eran la facción más violenta del judaísmo de su época), y el otro era Judas, llamado “Iscariote” (una transformación helénica de “sicario”), aunque en algunos manuscritos del latín clásico Judas se llama en realidad Zelotes. También Santiago y Juan tenían apodos militares. Se llamaban los “Boanergés”, que Marcos traduce del arameo como “hijos del Trueno” y que también podía significar “los feroces” o “los coléricos”. Cabe recordar que en un momento de la narración evangélica pretenden destruir una aldea samaritana entera porque la gente no había acogido a Jesús.

Harris prosigue su análisis recordando que “algunos discípulos llevaban espadas y estaban dispuestos a oponer resistencia a la detención”. De hecho, justo antes de ser detenido, Jesús dijo, “el que no tenga espada, que venda su manto y se compre una”. “Esto –prosigue– movió a los discípulos a mostrarle dos espadas, lo que indica que al menos dos de ellos no sólo estaban armados habitualmente, sino que habían ocultado sus espadas bajo las ropas...” como los “sicarri” (sicarios).

“Todo esto lleva a una conclusión: la conciencia de estilo de vida compartida por Jesús y su círculo íntimo de discípulos no era la de un mesías pacífico”. Y a continuación Harris dispone de algunos de los enunciados más pacíficos de Jesús junto a negaciones inesperadas y contradictorias. Por ejemplo:

Bienaventurados los que hacen obras de paz. (Mateo 5:9) / No os imaginéis que vine a poner paz sobre la tierra; no vine a poner paz, sino espada. (Mateo 10:34)
Si uno te abofetea la mejilla derecha, vuélvele también la otra. (Mateo 5:39) / ¿Pensáis que vine a traer paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino más bien la división. (Lucas 12:51)
Todos los que empuñan espada, a espada perecerán. (Mateo 26:52) / Quien no tenga espada, venda su manto y cómprese una. (Lucas 22:36)
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen. (Lucas 6:27) / Y habiendo hecho un azote de cordeles, echóles a todos del templo... y desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. (Juan 2:15)
Después de ser capturado los romanos trataron a Jesús como si fuera el líder de una rebelión militar-mesiánica. Esto fue así puesto que a los romanos no les preocupaba lo más mínimo la violación de los códigos religiosos de los nativos. Lo que a los romanos les preocupaba –dice Harris–, era la amenaza de destruir el gobierno local. Efectivamente, “para los romanos Jesús era sólo otro personaje subversivo que merecía el mismo destino que todos los demás bandidos y revolucionarios agitadores de masas que seguían saliendo del desierto”. De hecho Jesús no fue crucificado solo, sino junto a otros dos “ladrones”, según las versiones en lengua inglesa. Sin embargo “el término original del manuscrito griego para ellos era lestai, precisamente el mismo término que Josefo utilizó para aludir a los bandidos-zelotes”.


No hay que olvidar que la mayor parte de los judíos que aguardaban impacientes el regreso de Jesús después de su crucifixión, esperaban a un mesías que derrocaría a Roma y convertiría a Jerusalén en la capital del Sacro Imperio Judío. En el libro del Apocalipsis, se describe la vuelta de Jesús como un jinete con muchas diademas sobre la cabeza, montando en un caballo blanco, que juzga y hace guerra, cuyos ojos son como “llama de fuego”, viste un manto “salpicado de sangre”, y rige a las naciones con “vara de hierro”, y que vuelve a “pisar el lagar”, dice el antropólogo.

Lo más probable es que los componentes político-militares originales de las doctrinas de Jesús se desprendiesen tras la caída de Jerusalén como una respuesta adaptativa a la victoria de Roma. Era necesario convencer a los romanos de que éste mesías difería de los demás mesías bandidos militares (zelotes) que continuamente les creaban problemas. Lo que parece evidente es que Jesús no alcanzó en vida una relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas. La popularidad de este personaje es porterior a su muerte. Jesús no fue, en vida, un importante líder, sino un predicador itinerante salido del desierto, o, si se me permite la expresión, un agitador callejero, no más popular ni  pacífico que otros tantos mesías militares judíos de la época como Atrongeo, Teudas, Shimon, Judas de Galilea o Manahem.
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martes, 8 de junio de 2010



“Por lo que sé, la única prueba de la otra vida es, en primer lugar, que no hay ninguna prueba, y, en segundo lugar, que lamentamos mucho que no la haya y que ojalá la hubiera”.

Robert Ingersoll, librepensador estadounidense, (1833-1899)
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