LA MUERTE COMO ELEMENTO ESENCIAL DE LA FE

domingo, 30 de mayo de 2010


La vida es contingente y está poblada de incertidumbres, entre las que destaca la muerte. Los seres humanos tememos nuestra muerte por encima de cualquier otra cosa, salvo –quizá– la muerte de nuestro propio hijo. Ni siquiera el conocimiento progresivo que despeja lentamente la sombra de la ignorancia es suficiente frente a la incapacidad para aceptar la muerte como un proceso natural e inevitable, que estimula la fe incluso de personas con acceso a la educación.

El temor a la muerte nos vuelve vulnerables, y aquellos que hemos vivido la muerte de amigos o familiares, nos tornamos más vulnerables todavía. Bajo este temor nos resulta más fácil agarrarnos a profetas y líderes mesiánicos que realizan promesas de una vida más allá de la muerte en un lugar extraordinario. Tales promesas proporcionan consuelo, esperanza y sosiegan este temor. No cabe duda que la oferta es tentadora. No en vano (y de ahí su patente éxito) todas las religiones del mundo nos prometen conservar la vida, ya sea mediante técnicas de conservación del cadáver (Egipto), la invención de un alma inmortal (cristianismo, islam, judaísmo y otras), del renacimiento (budismo), de la reencarnación (hinduismo), o a través de (sonido de trompetas) la inmortalidad física misma (taoísmo). La paradoja estriba en llamar creyentes a los que en realidad no creen en la única verdad irrefutable que es la muerte. 

Ante la aproximación de la muerte muchos –incluso aquellos que a lo largo de nuestra vida nos mostramos alejados de las religiones–, nos abrazamos, desesperados, a símbolos religiosos y rezamos plegarias. No encuentro mayor ejemplo que este para resaltar los estrechos vínculos psicológicos entre el temor a una muerte próxima y la fe en los dioses. 

Parece justificado, llegados a este punto, afirmar, como hizo el filósofo Ludwig Feuerbach (1804–1872) que la sepultura de los hombres es la cuna de los dioses.





El miedo a la muerte, pero también el miedo a la guerra, a la enfermedad, al hambre o la pobreza son factores sobre los que se apoya la fe. Este tipo de fe tiene su raíz en la misma tendencia que conduce a los niños a aglutinarse en torno a un adulto cuando tienen miedo. Dios representa ese adulto que salvará a los hombres que los monoteísmos han acobardado con discursos en los que las firmes amenazas con el castigo eterno, el infierno o el fin del mundo, desempeñan un papel fundamental.
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sábado, 29 de mayo de 2010


"Nuestra Biblia nos revela el carácter de nuestro dios con una exactitud minuciosa y sin remordimiento... Es quizá la biografía más difamatoria que haya sido impresa nunca. Hace de Nerón un ángel de luz por contraste."

[Mark Twain, "Reflections on Religion", 1906]
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